24/5/11

Recordando Ljubljana.

Llevaba tiempo sin escribir por aquí y es que entre unas cosas y otras no he tenido mucho tiempo. Lo importante ahora es que tengo por contar un viaje que hice hace ya más de un mes por Eslovenia para visitar a un amigo, así que haya voy con ello. Empezaré con Ljubljana y luego ya veré como me las apaño para dividir el resto de zonas que visité.

El caso, a Ljubljana llegamos desde Venecia. Para ello cogimos el tren nocturno que nos salió por 25€. El aburrimiento nos llegó más o menos pronto y como teníamos que aguantar por allí cuatro horas sin dormirnos decidimos que lo mejor era irnos al vagón-restaurante y bebernos allí unas cervezas. Nuestra sorpresa fue bastante grande cuando nos dimos cuenta de que todo era bastante barato y que incluso cenar allí nos hubiese salido bastante bien de precio.



A la mañana siguiente nos fuimos a dar una vuelta por el centro y subimos al castillo donde pagamos 2€ por subir a la torre, lo que merece bastante la pena en especial por las vistas. Con ello nos acabamos de dar cuenta de las dimensiones de la ciudad. Ljubljana, es una ciudad bastante pequeña en comparación a lo que solemos estar acostumbrados cuando vamos a visitar otras capitales europeas. Quizá precisamente sea eso lo que le da el encanto que tiene y es que lo de poder ir andando a todas las zonas de interés de la ciudad no puedes hacerlo en todos lados. Además, en sus alrededores cercanos casi todo lo que se ve es verde o montañas en consonancia a lo que también es el resto de el país.

Presernov trg
 La pequeña plaza principal de la ciudad.

Una de las cosas que más me gustó de la ciudad fueron los márgenes del río Ljubljanica, por el que puedes pasear, tomar algo en las terrazas o simplemente sentarte a pasar el rato. Precisamente, una de las tardes la dedicamos a recorrer el río hacia abajo lo que nos permitió conocer distintos barrios de la ciudad y ver como los edificios iban cambiando desde la zona central hacia las zonas más obreras de la ciudad con grandes edificios, muchos de ellos están ocupados actualmente por bosnios que llegan a Eslovenia en busca de trabajo.

 Márgenes del río. Arriba se ve la torre del castillo.

Entre los museos de la ciudad visitamos dos; la Galería Nacional y el Museo del Ferrocarril.
La Galería Nacional (5€) donde se pueden ver pinturas de diferentes autores eslovenos y europeos. De ello quizás sólo merezca la pena la primera parte, la segunda me pareció bastante aburrida y además, como es de esperar, no cuenta con obras importantes.
El Museo del Ferrocarril (1,50€), aquí echamos una mañana bastante entretenidos. No es que sea un gran museo pero tiene bastantes curiosidades que, al menos para mí, te de la impresión de que no has tirado el dinero de la entrada, como suele pasar en otros museos de este estilo.

Bicicleta para ir por los raíles del tren.
Museo del Ferrocarril.

Además de la cultura “oficial” la ciudad cuenta con Metelkova, una antigua zona de barracones yugoslavos que tras el proceso de independencia fueron okupados por jóvenes eslovenos. Hoy la zona sobrevive, pero los edificios han sido cedidos por el Ayuntamiento que también subvenciona muchas de las actividades que allí se hacen.  Actualmente los barracones sirven sobre todo como talleres artísticos y zonas para realizar exposiciones aunque también hay un hostel, no muy barato, por cierto.

 Uno de los barracones de Metelkova.
Creo que era una sala de exposiciones.

Para terminar respecto a la comida probé los burek en su versión de comida rápida. Me gustaron mucho menos que cuando los comí en Sarajevo. Estaban mucho más grasientos y bastante menos ricos, pero fueron una alternativa buenísima para comer rápido, barato y poder escapar de las típicas pizzas, hamburguesas y kebabs.